Por Rafael Pizarro, director de Estándares Laborales y Prácticas Sectoriales de la alianza CCM-Eleva (iniciativa de Consejo Minero y Fundación Chile)
Según antecedentes del Ministerio de Educación, más de un millón de jóvenes estudia en la educación técnica secundaria y terciaria en Chile, sin embargo, gran parte de ellos provienen de sectores vulnerables, contexto en el cual la educación técnico profesional (TP) toma una especial relevancia como vehículo de movilidad social. Una formación TP pertinente y de calidad impacta tanto en la inserción juvenil en el mundo del trabajo, como en ofrecer mayores oportunidades y mejores trayectorias formativo-laborales para sus estudiantes.
Para que esto efectivamente suceda se requiere un vínculo permanente y cercano entre las instituciones de formación y los sectores productivos, de modo de conocer su demanda actual y futura de capital humano. Lo anterior aumenta las posibilidades de empleabilidad de los jóvenes al formarse en competencias y habilidades alineadas a las necesidades reales de las empresas; y le permite a las empresas contar con talentos preparados para abordar sus desafíos. Esta estrategia de gestión temprana del talento va en beneficio de la industria, como también de los y las jóvenes y de los territorios en los que esta relación virtuosa se lleva a cabo.
Para alinear el sector productivo con el formativo es clave la existencia de un Marco de Cualificaciones Técnico Profesional, puente entre el mundo del trabajo y la formación. En esa línea, el Marco de Cualificaciones para la Minería, desarrollado en su primera versión en 2013, por la alianza CCM-Eleva, se ha convertido en un referente para otros sectores y para el mundo de la formación TP, sirviendo de base para el desarrollo del Marco de Cualificaciones para la Formación TP del Ministerio de Educación, publicado en mayo de 2019.
Complementariamente, el programa Eleva se ha desplegado en cuatro redes regionales del país, acelerando el cierre de brechas de las instituciones de formación para el trabajo, mejorando su articulación con el mundo productivo, a través de una plataforma de desarrollo y transferencia de capacidades a nivel individual, institucional y territorial.
Hoy son más de 40 instituciones de formación técnica en minería las que han mejorado la pertinencia y calidad de sus procesos formativos, y más de 60 programas cuentan con el Sello de Calidad CCM, entregado por el Consejo de Competencias Mineras y en el cual se certifica la capacidad de una institución para entregar formación alineada al Marco de Cualificaciones para la Minería en un programa/curso y sede determinado.
Además de la formación, las prácticas profesionales son un ámbito clave de abordar. Actualmente un 30% de los egresados de liceos TP en Chile no se titula porque no hace su práctica profesional. Diversos estudios señalan que una práctica laboral de calidad tiene una alta correlación con el logro de trayectorias laborales prósperas. Cabe recordar que esta instancia es, en muchos casos, la primera experiencia laboral de estos jóvenes.
Con el objetivo de ayudar a orientar los procesos formativos de las empresas mineras, hemos diseñado un Modelo de Prácticas y Aprendices el cual ha logrado una tasa de contratación de un 70% de sus practicantes y/o aprendices; tasa muy por sobre el promedio de las empresas mineras que, según el Estudio de Fuerza Laboral de la Gran Minería Chilena 2021-2030, es de un 21% (a diciembre de 2020).
Aportar en el desarrollo de trayectorias formativo-laborales prósperas, para las y los jóvenes de los distintos territorios de nuestro país, favoreciendo un balance de género que impulse la incorporación de más mujeres en la industria, y al mismo tiempo, trabajar en conjunto a empresas en el desarrollo de estándares de calidad para la formación y el entrenamiento, es una misión que nos llena de entusiasmo, más aún en el mes en que se celebra el día de la Educación Técnico Profesional y en el año en que conmemoramos los 80 años desde el origen de esta modalidad educativa.